El arte es esto para mí, para esta niña vieja que hoy soy. Es esta realidad imaginada que inevitablemente existe en un mundo creado por uno para sobrevivir explicándose inexplicables, es la emoción misma dibujada, declamada, escrita, meciéndose bajo nuestra piel y en última instancia, exhibida y compartida, en este espacio, hoy ante ustedes.
Bienvenido/a a este tambaleante vaivén de mi oscilografía.


jueves, 18 de febrero de 2010



Alguien fuma en le cajero y sueña que tiene la televisión prendida... que triste cuando se apaga la vida...
A. Calamaro

a UN HIJO CONATO

Te cuento que sí
Que si te quería
Fueras quien fueras
A lo mejor mi miedo no dejo que lo sintieras
Que te hubiese cuidado mucho, supongo
Así como con los cachorros
Que te hubiese repetido hasta el cansancio que te quería
Y seguramente avergonzado con mis demostraciones siempre tan torpes
Y estúpidas
Que te hubiese hecho sentir mi compañía
En esta inmensa soledad que es la vida
Que te hubiese enseñado que lo que vale es el calor de los abrazos
Y aburrido con historias de amor repetidas
Que nadie más que yo cree que valen la pena
Te hubiese ayudado con el miedo a las tormentas
A los grillos
Y si se hubiese presentado una oportunidad
Te habría dicho:
“No necesitás alas para ser angelito”
Y probablemente me hubieras creído…
Que dolorosa tanta ingenuidad mi hijito
Mas sabiendo que lo que escribo y lloro
será pronto sólo un recuerdo triste
Y que el mundo nos negó una pausa
Para conocernos…
Amarnos y olernos

Amén por tu vida.

¡Y salud carajo digo!


eL BESO


Cierro los ojos y veo
Oliendo las formas
Acariciando mis ganas de tocar/tocarte
Mientras los ruidos distraen mi sentir los labios se cierran y entreabren…
¿Semeja mi cuerpo al de un pez forzado a respirar en alguna superficie?
¿He logrado evadir las emociones?

¿Ha llegado la veda?

Cierro los ojos y huelo
Llorando los tiempos
Aceptando mis ganas de tener/tenerte
Mientras los recuerdos evitan mi sufrir los labios se tuercen y tiemblan…
¿semeja mi cuerpo al de un pez forzado a respirar en alguna superficie?
¿he logrado querer a mis queridos?

Se acerca la época de veda

Cierro los ojos y siento
Abrazando los miedos
Excusando mis ganas de amar/amarte
Mientras los sueños contienen mi latir los labios se comprimen y retraen…
¿semeja mi cuerpo al de un pez forzado a respirar en alguna superficie?
¿he logrado alcanzar los anzuelos?


Sí, ha llegado.


cOMPROMISOS (I)

Un día despertó con el estomago revuelto, pensó que su cuerpo no era el mismo y obviamente no resistía el ritmo de antes, pensó que estaba lejos de su casa (la de sus padres) y que hace un buen tiempo no los veía. También pensó en ellas. En todas las mujeres que habían pasado por su vida y le habían dejado marcas… y hasta un libro, dos casettes, una camisa y un perro. De repente quedo en silencio y hubo un largo suspiro… se lavó la cara (cosa nueva) y les escribió una canción ( a su amada y a su madre). Hizo una grabación casera y envió los casettes por correo. Siempre había sido un cobarde. Ella estaba muy lejos así que ni idea de cuanto tardaría en llegar. Su mamá recibió la cinta, la escuchó, no entendió nada, la guardó en un cajón y fue a ver la novela.
Él no pudo dormir tres noches después de eso y durante los tres días seguidos nadie llamó.
Ya está - se dijo - ¿buen marido? ¿buen hijo?.
No sirvo para eso.

sábado, 6 de febrero de 2010



lA MUJER MECEDORA (1ER PERSONAJE)


Como todos sabemos hay distintos tipos de mujeres o por lo menos la famosa frase de que “todas son iguales” no está tan gastada como la del sexo opuesto.
Siempre me gusto distinguir y destacar esas diferencias como si todas fuesen realmente admirables. Un día normal, pensando en estas cosas, me sentí capaz de crear un “ídolo mujer” mucho más grande que todos mis ídolos, que por cierto son todos hombres, y dejar de pensar como siempre lo hago cuando me hablan de ídolas, en mi propia madre y hasta en la suya, mi abuela. Creo que eso es algo que a todas nos pasa, y no por falta de grandes mujeres sino justamente por las “grandes diferencias” que existen entre nosotras que hacen variar de forma asombrosa el significado de la palabra “grandeza”, por poner algún ejemplo. Fue así como llegué a la conclusión de que esa “ídola” podría hasta ser yo misma sin la necesidad de esperar a tener una hija que piense como yo y de paso a través de mi propia imaginación alimentar mi ego hasta que se sienta empachado.
Como es normal (creo) analicé mis virtudes haciendo a un lado todos mis defectos, a quienes más tarde, después de un esfuerzo inmenso por embellecerlos los pase al otro lado, el de las virtudes, cambiando incluso un sinfín de veces mi propio concepto de lo correcto e incorrecto para que todo resultara a mi favor, obviamente. Después de un tiempo, al principio con espanto y ahora con tremenda satisfacción no sólo inventé una ídola sino que termine convenciéndome de que estaba escondida en mi. Una mujer común y corriente pero capaz de dar vuelta el mundo por el sólo hecho de no admitir imposibles (entre ellos el estar equivocada). Esto podría tomarse por defecto ¿ven?. Pero yo he decidido aceptar que es un mecanismo de defensa y tomarme el atrevimiento de usarlo (ya que es mío) para mi propio placer, cambiarle el nombre y por lo tanto de género (de “el” mecanismo” a “la mujer”), convertirla en un personaje, que me ayude a convivir con mis pecados, pudiendo así cargar a mis errores y contenta y feliz ir hacia delante y atrás y seguirlos meciendo.

viernes, 5 de febrero de 2010



sÍNDROME PRE-MENSTRUAL (I)


Para mi hoy todo está rojo
Rojo vivo
Rojo intenso
Rojo de sangre
Rojo de fuego
Ya no creo que haya tanto tiempo
Cuando puedo respirar pienso con menos claridad.
Ni está música de mierda puede cambiar mi ansiedad.
No puedo mirarme a los ojos,
nadie se ríe del otro lado
y nadie cree en lo que digo porque no tiene sentido.
La lengua está dura,
me duelen los pechos
y de mi cuerpo sale un humo amarillento que yo,
el “Diccionario de los olores”
no alcanzo a descifrar.
Yo sé lo que todos quieren,
por eso mi lengua se mueve y el resto descansa.
Me asfixian las palabras.
Hay algo que empieza a vibrar y se mueve...
y me mueve...
y no para.
No puedo parar de temblar.
Sin darme cuenta alguien habla y exige respuesta.
Y yo probablemente respondo…
Pero por favor!!!
Orden y organización, mucha disciplina.
Lo que falta es control y amoldar la cabeza.
Es tan fácil cambiar de opinión
Irritación entre las piernas
Sangre
Sudor
Son síntomas de que mi sexo respira todavía.


mI BARRIO (G.H.A)

Para entenderme a mí habría que remontarse a otros tiempos. Habría que volver a esa burbuja que fue (y es) mi barrio. A cuatrocientos y pico de casas, un montón de calles sin salida que se diferencian por los distintos adornos que colocan los vecinos (o colocaban porque andan desmotivados) a sus rotondas: piedras, plantas con flores, un poco de pintura de vez en cuando, pesebres o foquitos en las navidades. Era algo muy divertido dar vueltas y vueltas con la bici alrededor de esas rotondas. En un principio las casas eran casi todas iguales. Había como cuatro tipos de casas que se alternaban sin orden alguno así que no era extraño ir a lo del vecinito y descubrir que en la que es tu pieza duerme su abuela y que comen en la sala, no en la cocina como en tu casa. Casi ninguna casa era de dos pisos y muchas no tenían portón ni murallas. Cómo cambio todo, ¿eh? Ahora encuentro mansiones y creo que todas (a excepción de una o dos por cuadra) tienen dos pisos y hay hasta piletas.
El bosquecito (la placita desde Filizzola) en realidad era un gran baldío con una Iglesia de ladrillos en el medio que hicimos los vecinos. Yo era muy chica pero recuerdo que jugaba mientras otros trabajaban, cosa que hasta ahora me encanta.
La placita está ahora iluminada, la Iglesia tiene un campanario. Antes eran los catequistas los que sacaban una campana y la colgaban por cualquier árbol que la aguantase y tocaban para avisar que había que despertarse para ir a misa los domingos. A las 9 la primera campanada, 9:15 la segunda y 9:30 la tercera. Hay también una cancha de fútbol detrás de la Iglesia, (ahora más decente) bancos y hamacas a un costado y alrededor un caminito de cemento todo iluminado donde los vecinos hacen sus ejercicios (porque el Ñu Guazú queda lejos y además ahora es peligroso). Los amigos, los novios, los enemigos, todos eran del barrio. Las personas que se casaban generalmente lo hacían con algún vecino y terminaban viviendo también ahí, y no crean que por no poder vivir en otra parte sino por comodidad, seguridad, tradición, miedo al cambio o qué se yo, tal vez una mezcla de todo eso y más.
Si yo pudiera volvería al barrio, no me pregunten porqué, pero hay como una atracción, un imán. Claro que eso implica un retroceso en mi forma de ver las cosas y no puedo hacerlo, pero sin darme cuenta me subo a un colectivo hoy, y aparezco (vuelvo), y desde la entrada reconozco cada rincón, cada familia, los nombres de cada perro, los atajos más convenientes, las casas y los horarios de mis amigos (que siguen siendo los mismos) aunque ya sean como dos años o más sin vernos ni hablar más que por teléfono.
Haber sido del barrio o haber tenido una gran amistad dentro de este barrio siempre fue algo especial. No es como con tus compañeros de colegio (y eso que ya eras “grande”) que les preguntas si está trabajando, dónde, si que estudia, si se casó, esas cosas están sabidas de antemano. La vida personal se remonta a las pequeñas actividades que podes hacer en el baño, a puerta cerrada y si no… hasta la familia y amigos viven ahí (son del barrio) y nada se escapa, nada se olvida, nada se perdona.
Estés donde estés ahora, hagas lo que hagas. Los primeros noviecitos, las primeras caricias, los primeros llantos, los problemas, los gritos, las enfermedades. A veces pienso ¿que pasaría con toda esa gente si los echaran a todos? ¿si tuvieran que salir al mundo real?. Se sentirían abandonados y solos, e irían a visitar a sus familiares dentro del barrio y todos estarían pendientes de un “se alquila” o de cómo desocupar o construir una piecita por ahí para que puedas volver, para tenerte otra vez cerca y a salvo, dentro de esa gran burbuja invencible donde te conocen (aunque no les hables) y saben que estas bien (aunque no te vean).
Ser del barrio es como una marca. Como las marcas que se le ponen a las vacas. Hay personas que se quedan ahí, estancadas. No se conoce otra cosa ni tampoco se aspira a algo mejor. Uno termina conformándose con las inundaciones, con los caños rotos, con los colectivos hasta temprano, con lo silencioso y desierto que queda todo apenas oscurece. Antes era otra cosa, claro. La gente no estaba tan mal económicamente y no tenía miedo de nada. Los chicos (mis amigos y yo) hacíamos fogones en la plaza hasta altas horas de la madrugada, inventábamos juegos que incluían a todos y abarcaban toda la zona. A parte de que nos divertíamos haciéndonos compañía y ya. No existía la necesidad de ir afuera, de salir al mundo real a buscar emociones fuertes porque todas estaban ahí adentro, en el barrio-burbuja.
Había incluso 3 cuadernos de tiras cómicas hechas por un par de amigos-vecinos de nombre: “Kilomandos" (I, II y III) en donde nosotros mismos fuimos personajes, inmortales en su mayoría y hasta con superpoderes. Al morir continuábamos luchando como fantasmas o lo que fuere, protegiendo siempre ese pedazo de tierra que era nuestro barrio de invasiones bárbaras y fantásticas.
De un tiempo a esta parte las cosas cambiaron tanto que no es raro que por estar sentado en la placita de noche (que queda en el medio del barrio o sea que a unas cuantas cuadras prácticamente de todo) te lleven preso. Los vecinos llaman al “911” porque les da miedo y ¡plaf! ¡Perdiste alpiste!.
Si estas afuera por algún motivo no es raro de que en cada rincón encuentres a alguien de tu especie. A alguien que lleva tu misma marca. Y ya sabes la rutina: Si nunca fue muy cercano, un saludo por respeto porque al final es conveniente tenerlos de amigos ya que saben todo de vos (o creen saberlo que es aún más peligroso); si alguna vez lo fue, a lo mejor un abrazo, presentaciones y charlas interminables de cómo era todo antes, de lo difícil y aburrido que se puso todo, de que deberíamos de hacer algo al respecto como por ejemplo una reunión, un asado, etc.
Claro que por algún motivo “fue” cercano y no lo sigue siendo, y como ya lo dije antes: “Aquí nada se perdona” y entonces uno termina prometiendo cosas que no va a cumplir y se despide amistosamente. La gente que aun sigue estando cercana es la que va a seguir estándolo toda la vida porque aunque te olvides de llamarlos un mes (o más) al primer plan, están ahí, al primer lagrimón te abrazan, a la primera caída se tiran al piso por no abandonarte y mantienen sentimientos y costumbres que no cambian, y una lealtad tan hermosa y extraña que obliga a hacer propios los problemas y hasta sentimientos ajenos. Es gente a la que queremos entrañablemente como si pertenecieran a nuestra familia y gente que nos conoce tanto que no valdría la pena ni intentar mentir. Este tipo de gente es la que lastimosamente no existe en el mundo real y son las únicas personas que creo pueden cambiar algo. ¿Qué hacen ahí encerrados entonces? ¿Tienen miedo o están preparando una gran rebelión para acabar con toda la frialdad del mundo? Tal vez sea mejor que se queden ahí adentro, que sigan reproduciéndose como insectos y un buen día, ¡Boom!. Rompieran esa burbuja y el mundo entero fuera mi barrio, entonces tal vez yo podría dejar de sentir esta añoranza estúpida por cosas que fueron, que ya no existen y aunque fuera a mudarme de vuelta no podría sentir ya.
¿Pero qué me pasó? A lo mejor crecí y el mundo se transformó en un monstruo al que no hay que mostrar debilidad. No, no, no, no, no, pasa que tengo un barrio nuevo, y la gente que comparte mi día a día está muy cansada y ensimismada como para preocuparse por mi vida, y a veces hasta para saludar.

Me es imposible no extrañar mi infancia y a ese barrio en el que solía jugar.

miércoles, 3 de febrero de 2010



pEQUEÑA AUTOBIOGRAFÍA PARTIENDO DE LA EXISTENCIA DE UN LLAMATIVO NÚMERO DE APODOS


JAZ

¿Y EL MIN CON ACENTO DÓNDE ESTÁ?
JAZZ
¿CÓMO LA MÚSICA?
MINCHA
SALIÓ DE JAZMINCHA TURINCHA
QUE ERA UNA JAZMÍN QUE USABA VINCHA… NO YO
NEGRA
MULATIÑA CARIBEÑA POR FAVOR
MORTICIA
Y BUE… ME GUSTABAN LAS MECHAS BLANCAS
CARA DE PILÍN
ESTE VIENE DE UNA CANCIÓN INVENTADA POR UN COMPAÑERITO EN 6º GRADO,
ERA ASÍ: “Jazmiiiiiín cara de piliiiiiín, toca su nariiiiiíz y hace pipí”
DESPUÉS FUE MI PRIMER NOVIECITO
SIEMPRE MASOQUISTA YO
PILÍN
ESTE PARA ABREVIAR Y DE CARIÑO…
QUE LINDO, EH?
FLACA
PARA NO DECIRME ANOREXICA
FLAQUITA
Y AUNQUE SEAS ANOREXICA TE QUIERO
FLAQUI
Y EL “TA” SE FUE PORQUE DE TANTA CERVEZA Y DEMASES CRECIÓ LA PANZA
LA FRANCESITA
POR EL TIPO DE PEINADO SUPUESTAMENTE (?)
PERO TAMBIÉN POR UNA PELÍCULA
MI SINÓPTICA DE LA PELI: UNA TIPA A LA QUE LE GUSTABA LEER EN VOZ ALTA A LOS DEMÁS SACA UN ANUNCIO EN EL DIARIO PARA HACERLO A DOMICILIO Y CUANDO LE INTERESA ALGÚN CLIENTE... YA E YA...
YO NUNCA ME ANIME (A SACAR EL ANUNCIO)
NI TAMPOCO VI LA PELÍCULA
ME LA CONTARON
PINKY
CLARO QUE ERA SIN CEREBRO
POR LA VOZ GUA’U
POR EL NAAARF!!!
ROBOCOP
POR MI SIMPÁTICO CAMINAR DEBIDO A UN ACCIDENTE AUTOMOVILÍSTICO
LA CHUCHU
PASA QUE YO LE LLAMO CHUCHULA O CHUCHU…
ODIO CUANDO LE DICEN EMPANADA
TUYUYU CUARTELERO
ESA ERA LA ÉPOCA DE LOS PANTALONES ELASTIZADOS
NO HACE FALTA EXPLICARLO ¿VERDAD?
PARA QUIEN NO CONOZCA AL BICHO
ES IGUAL A LA CIGÜEÑA PERO MÁS FEA
Y NO TRABAJA CON BEBÉS NI NADA DE ESO SEGÚN UN AMIGO
TUYU
PARA HACERLO MÁS LINDO Y MÁS CORTO
BELLOTA
CUANDO HABÍA UN MOJOJOJO Y ME SENTÍA SUPERPODEROSA
JEFE GORGORY
POR EL COMPLEJO DE POLICIA QUE ME CARACTERIZA
AL ESTILO LOS SIMPSONS
BALLENA, BUBUS O DUDUSLINA
POR LOS VEINTE KILOS QUE SUBÍ
DURANTE EL EMBARAZO
Y JAZMÍN
QUE POR SUPUESTO YA ES MI NOMBRE NO MI APODO
ÚNICO PORQUE NO TENGO UN SEGUNDO
Y ES UNA FLORCITA BLANCA Y SIMPLE
CON RICO OLOR
QUE A MI ME HACE ACORDAR A MI ABUELA
A SU BARRIO (SAJONIA)
Y MONA
POR LA SUPUESTA INCAPACIDAD DE QUEDARME QUIETA
FÁCILMENTE COMPARABLE CON ESTE ANIMALITO
QUE VA DE ÁRBOL EN ÁRBOL CONOCIENDO LA SELVA
Y CASUALMENTE ME CORRESPONDE EN EL HORÓSCOPO CHINO (!)
Y ES TAMBIÉN DONDE PUEDEN ESCRIBIRME Y/O ENCONTRARME
soyunamona@gmail.com
Y DE POR AHI INVENTARME UNO NUEVO

DALE NA…

lunes, 1 de febrero de 2010


sOY
Artesana de tu alma
portadora fiel y voluntaria de tu esencia
guardiana de tu espacio
del templo que es tu cuerpo
de hija - maestra que creciendo enseña
a niña espectadora del tiempo.

Instrumento vital
espanta bichos y miedos
malabarista de tu historia
de tu pienso y siento
de mujer entera o descremada
a madre - vacío que extraña, que siempre extraña.

Hechicera cura nanas
modelo a contrariar
compañera y enemiga de tu ansia.
Soy tu madre,
tu mamá
tu mami,
mamita.

mECEDURA

Esperaba en silencio mientras mecía mi cuerpo de un lado al otro. Sin orden alguno, sin ritmo, sin una verdadera necesidad de estarlo haciendo.

Quise un día tomar venganza contra el maldito silencio. Contra ese cuerpo tan mío y siempre en movimiento, contra esa espera absurda de signos o señales inexplicables con las que guiaba mis pasos, contra todo ese desorden que poco a poco me iba consumiendo y convirtiendo en algo que no entendía, en algo que sabía no podría controlar.

Salí a la calle pese al frío y al viento que lograba congelar la mayoría de mis extremidades. Una nariz pintada de un rojo intenso me saludaba como último vestigio de aquella payasa rimbombante que había sido, mientras brillaba en el reflejo de las vidrieras de los negocios, de las ventanas e incluso las ventanillas de los automóviles cuidadosamente estacionados sobre la Avenida Rodríguez de Francia.

Camine un buen trecho hasta que vi a una gata enorme y blanca y decidí sin más seguirla. Mirando letreros llenos de luces la perdí para terminar en un lugar que no conocía, en el que no recordaba haber estado antes. Me senté en una especie de escalerita (más bien tres o cuatro escalones) que no llevaban a ningún sitio. Luego de unos largos minutos me percate de la existencia de un pasillo ubicado a la derecha, era tan increíblemente angosto que imaginé difícil el avanzar. Luego de un sinfín de cavilaciones estúpidas y como el lugar parecía totalmente abandonado, decidí meterme en aquella especie de cavidad que inexplicablemente me remontaba al útero. Matriz materna de la cual creo que nunca salimos del todo.

Era todavía temprano y necesitaba hacer tiempo, bloquear de alguna manera la des-espera. Al final del pasillo–madre hacía su aparición un pequeño patio-mundo que gracias a la oscuridad-noche, gran amiga de esta frustrada vampira, me infundo la confianza suficiente para avanzar en él. Al llegar al centro pude divisar a la gata con su resplandeciente blancura observando con curiosidad todo lo que a su alrededor sucedía. Estaba acercándome lentamente, me habían entrado unas ganas tremendas de acariciar su hermoso pelaje cuando escuche una voz. No iba dirigida a mí, eran palabras para ella, la gata. A la que me quede mirando, esperando que respondiera. Como si pudiera de repente ponerse a hablar.

Una vez que se acostumbró mi vista la divisé: Era una mujer mayor de unos 70 años. La piel le colgaba de su delgada figura. Por favor - me dijo – agarra pues esa silla. ¿Vos tomás cerveza?

Y sin haber respondido y hoy no recuerdo ni como, ya tenía entre mis manos un vaso. En realidad eran unas tazas de plástico de una antigua colección de coca – cola, Seúl ‘88.

Aporté tres mil guaraníes que era todo lo que tenía sin saber como volver a casa. La Señora volvió con dos botellas más.

Estaba fascinada con la gata que se encontraba en el medio de ambas, a la misma distancia entre ella y yo. El animal parecía entender todo lo que se decía puesto que sólo se dignaba a mirar si es que alguien hablaba. La señora hablaba de la misma manera con ella que conmigo. Siempre tuve miedo a los gatos, de chiquitita los veía de lejos y…¡mierda! Suena el teléfono. Maldito invento entrometido. Siempre metiéndose en mi hora de estar tranquila.

¿Hola? – conteste.

Era él. Los cables se unían ocasionando un gran cortocircuito que iluminaba mi vista mostrando mi reflejo hecho caricatura, matando mi tan acostumbrada y fantasiosa dispersión para hundirla en el fango de “sus” verdades, presionando mi botoncito de bloqueo muchas pero muchas veces, dejándome siempre sin saber el estado en el que quedo.

No, ya no tengo ganas de hablar.

Este incidente cambio el tono de la conversación, la gata asustada se había alejado y tenía que voltear la cabeza cada tanto para poder verla.

En unos minutos él llegó exigiendo explicaciones como si estuviesen realmente pintadas esa señora y esa gata (que desde lejos nos mira). Explicaciones: Benditos porqués que no dicen nada. Errores mal vestidos como dijo (¿o escribió?) alguna vez Julio (Cortázar).

Al llegar él, como recordé estaba pactado, la conversación se transformó en discusión y una en la cual yo, la principal “implicada” no participé. Había optado por mirar de distintas maneras de acuerdo a las acusaciones que saltaban al aire. Por esperar en silencio y mecer mi cuerpo de un lado al otro. Sin orden alguno, sin ritmo, sin una verdadera necesidad de estarlo haciendo.

La Señora asumió mi rol, mi defensa, y me sorprendió escuchar en la boca de esta mis propias palabras, las mismas palabras desordenadas que hacían una ensalada de mi pensamientos, admirando la maestría en cuanto al momento y los gestos con los que las acompañaba hasta terminar por fin, sirviéndole a él un poco de cerveza y convenciéndole de lo más importante: de no seguir gritando y perturbando al silencio, dejar que todo siga como hace cinco minutos... Dejarme tranquila.

Apague el teléfono. Siempre me han llegado las buenas ideas un poco tarde. Habían pasado dos horas desde mi llegada, era ya de noche-noche y no había sido un día especial, era de esos que es mejor no repetirlos-repetirlos y escaparse o esconderse del mundo que para mi esta tan lejos, pero en días así, llega y se trepa ka’iro haciendo peso muerto en mis hombros y haciéndome envidiar a una puta gata.

Volví a la conversación dirigiéndome a ellas. Apenas lo distinguía en la oscuridad.

Con el correr de las horas hablamos de todo un poco cayendo en inevitables confesiones, consecuencias del alcohol, cariñosos ronroneos, un porro y la madrugada iluminadora que nos mostró clara y serena lo que antes no pudimos o quisimos ver. Hubo lagrimones homenajeando al pasado.

No importaba la diferencia de edad ni la especie ni las sombras. Se creo una complicidad tan grande que aquella que llevaba tiempo siguiéndome, multiplicándose, luego de alargarse y adquirir todas la formas posibles fue rindiéndose, fue apagándose hasta que realmente “casi” desapareció para ir a ubicarse más lejos, mirar desde lejos como la gata.

Al salir de aquel lugar mágico sentí haber mecido toda experiencia que me había marcado a rojo vivo. Tanta fuerza, tanta intensidad, tanto vértigo buscado y deseado.

Somnolienta, mareada y triste todo se me revolvía empezando por el estómago.

Ver, hablar y escuchar a ese idéntico calco de unos 70 años… mis miedos…

Me acordé de él. Ahora era sólo un puntito de sombra, un aliento gris que erizaba mi nuca, un castillo hecho de naipes o de arena al que temía mirar por temor a deshacerlo con el poder de la mirada. Recordé las palabras de alguien: “Lo que sos es una gata, una gata callejera que se vale de sus ojos para sobrevivir”.

“Tu problema es ser tan humana” - me dijo en cambio aquella sombra alguna vez en algún tiempo inventado - “La compasión no nos conduce a nada”. Sabias palabras cargadas de egoísmo y arrogancia, dichas con tan peculiar cinismo que irónicamente no me inspiran nada más que compasión y acrecientan mi fobia contra todo tipo de ismos.

Cuando desperté en la mañana con mucho sol por desayuno encontré en el bolsillo esta poesía. Estaba hecha a garabatos y escrita aparentemente por mí en un papel amarillo. No recordaba haberla escrito.

Risotada y Carcajón

No salen de su casa

Nadie sabe que paso

Carcajón quiso ser príncipe

Risotada bailarina

A los días escaparon

Y se creyeron golondrinas

Alguna vez quisieron hijos

Y sólo amor

Amor

Amor

Lo que no logra el maquillaje

Lo que nos vende la ilusión

Risotada y puntapié

Bala humana y Carcajón

Ella perdió la sonrisa

Él dio una carcajada y lloró

Nuestros circos se han cerrado

Ya nada esconde ese telón

Estamos solos

Frente a un grande, viejo y feo televisor

Todavía me encontraba en esas sillas de esterillas tan típicas de los patios de las casas de familia. La gata se enredaba entre mis piernas ronroneando algo inentendible. Fui a la parada del colectivo, mi cuerpo olía a alcohol.

Durante la noche había descubierto que no era capaz de sentir otra cosa que no fuera rabia. Terminé riendo de forma malvada al pensar que estaba dando lo que siempre quise me dieran, diciendo lo que siempre quise me dijeran, etc.

Tenía tantas ganas de dormir, de dormir días y días seguidos sin que sonara el maldito teléfono, sin que me reclamaran acá y allá el abandono, la falta de atención a cosas que son “importantes”.

Llegue a casa y me metí a la ducha, me sentía roñosa con todo el alcohol y tabaco consumidos en la noche anterior. Mientras me duchaba con agua caliente y en la oscuridad como gustaba hacerlo me acorde de aquella señora, no sabía el nombre y por más que diera vueltas y vueltas a la cabeza tampoco recordaba la dirección de su casa, ni como había llegado a ella. Esto me entristeció. Hubiera tenido ganas de volver a verla. A ella y a su gata. Su blanca e inteligente gata.

Me senté en la cama mientras fumaba el primer cigarrillo, el que había decidido hace tiempo sería el único en la mañana. Tenía fijado uno solo en la mañana, otro solo por la tarde y en la noche podía terminar la caja. La caja de todos los días. Sentía que esperaba en silencio, siempre esperaba alguna cosa mientras mecía su cuerpo de un lado al otro. Sin orden alguno, sin ritmo, sin una verdadera necesidad de estarlo haciendo.

Nunca había estado sola y sólo pensarlo me aterraba. Hablando anoche con aquella señora sin nombre pensé que podía acabar así. Sola, y hablándole a una estúpida gata blanca que ni siquiera podía entender ni responder a mis interrogantes. Al rato me dormí para despertar en mitad de la noche por culpa de una pesadilla... Yo era ella, la piel colgaba de mi delgada figura.

Estaba sola en una cama acompañada de una gata que me miraba fijamente. Siempre tuve miedo a los gatos. De chiquitita los miraba de lejos y… ¡Mierda! Sonaba el teléfono.

¿Hola? Equivocado - mirando a la gata decía - ¿Sabes como se llamaba? ¿Vos sabes cómo me llamo yo?. Y como el animal no respondía salía desesperada a la calle para preguntar a la gente pero todos reían y escapaban.

“Pobre Señora.” - escuchaba que decía la almacenera - “Ya habla sola. Nosotros siempre le regalamos cerveza y esas cosas”.

Entonces con lágrimas en los ojos atravesaba un pasillo oscuro y angosto para sentarme en el patio de mi casa, diciéndole a mi gata: “Vos sabes la verdad Blanquita. Déjale nomás que se rían y vení. Espera conmigo”.

Mientras la abrazaba fuerte y la mecía de un lado al otro. Sin orden alguno, sin ritmo, sin una verdadera necesidad de estarlo haciendo.