El arte es esto para mí, para esta niña vieja que hoy soy. Es esta realidad imaginada que inevitablemente existe en un mundo creado por uno para sobrevivir explicándose inexplicables, es la emoción misma dibujada, declamada, escrita, meciéndose bajo nuestra piel y en última instancia, exhibida y compartida, en este espacio, hoy ante ustedes.
Bienvenido/a a este tambaleante vaivén de mi oscilografía.


martes, 3 de agosto de 2010


mONÓLOGO DE LA MUJER MECEDORA

Mírame. Pero cuando lo hagas, ¡hazlo bien! No solo veas lo que quieres ver. Eso podría traerte problemas con el tiempo…Bien, ¿qué quieres escuchar? Te puedo decir un montón de cosas, como por ejemplo que estoy harta de las mujeres. Ellas, con sus egos grandes y sus ganas de piel reprimida. ¡Si, todas! Sigilosas…escondidas en sus falsas actitudes de suavidad y ternura, hambrientas por ganar hombres a los que convierten en trofeos, colocando estúpidas argollas en sus dedos como para que nadie se acerque a ellos. Dejando así que estos se sequen y mueran encerrados en peceras, para luego colocarlos en pequeñas cajas de recuerdos, que se llenaran de polvo en algún espacio vacío del placard. ¿De qué tienen miedo? Bien puede ser que tengan miedo de mí. Pasa que todavía no entendieron que la cuestión no es tener piernas, si no más bien, convencer al otro que no hay más piernas que estas.
Tengo el don de ser asquerosamente egoísta. Cuando quiero algo, ¡lo quiero ya! Nada de andar con metáforas de amor y menos con esas fantasías de fidelidad de común acuerdo. ¿Dónde se ha visto que las personas sean propiedad privada de otros? Mientras me hablan de la suerte de tener alguien que te es fiel, yo trato de estar siempre preparada para escuchar el golpe de la puerta al cerrarse cuando el hombre se va. Mientras me hablan del valor de las pequeñas cosas, de los años compartidos, yo sigo buscando cosas mejores. Es tan grande la perfección que anhelo, que el día en que la encuentre no me importara más nada. Podría también decir que cuando eso pase, tú hombre, sentirás vergüenza de mí y yo sentiré asco de tu vergüenza. Sí, porque al hombre inteligente me lo paso entre las piernas, sin culpas, ni arrepentimientos.
Es que es tan fácil devorar corazones, beberse su sangre. Basta dejar que el apetito guíe tu olfato. La adrenalina se podría cortar de lo espesa y densa que se vuelve cuando aprendes a cazar. Tanto que te conviertes en adicta al deseo, adicta a lo intenso, adicta al dolor dulce del placer, adicta al vértigo. Y vas y comes hasta el hastío, hasta que ya no puedes moverte de tanto placer. Sí, así soy yo. Una insaciable con todo. Nunca es suficiente amor, nunca es suficiente deseo, nunca es suficiente dolor. Siempre espero más y más. Pero, no hay más que lo que no se encuentra. No existe nada, es inútil la espera y absurda, totalmente absurda.
Y es aquí cuando todo estalla… es en el vacío mismo, donde todo explota, donde ya no hay ninguna contención, donde ya ni la vergüenza se reconoce como límite. Es ahí que mis piernas se desvanecen, dejando caer mi cuerpo al suelo, hecho llanto… y grito, pero de rabia… por no poder aceptar imposibles, por no aceptar que me he inventado a mi misma alimentando mi ego hasta el empacho. Que he convertido a mis defectos en virtudes para no admitir que sí, que a lo mejor estoy equivocada, que no soy la heroína de mi vida y que ni mis pecados podré cargar por que al final del túnel… soy pequeña… soy sólo una mujer moviéndome de adelante hacia atrás… de lado a lado… desnuda… y muda… con sólo la soledad pegada a mi piel fría.