El arte es esto para mí, para esta niña vieja que hoy soy. Es esta realidad imaginada que inevitablemente existe en un mundo creado por uno para sobrevivir explicándose inexplicables, es la emoción misma dibujada, declamada, escrita, meciéndose bajo nuestra piel y en última instancia, exhibida y compartida, en este espacio, hoy ante ustedes.
Bienvenido/a a este tambaleante vaivén de mi oscilografía.


viernes, 11 de junio de 2010



el ÚLTIMO DESAIRE

Su respiración la asustaba. Lenta y pausada para terminar en un jadeo entrecortado que a momentos estremecía. Demasiada ansiedad. ¿Pero quién había inventado todo esto? penso. ¿Quién dijo: Vos quédate acá todas las noches y espera? Nadie había dicho, pactado o acordado nada, y para hacerlo ahora, era muy tarde. Las cartas estaban jugadas, los dados habían rodado en la mesa estrepitosamente y el juego había empezado hacía más de dos años.
Todavía recordaba la primera vez que lo vio. Tenía 15 años de plena adolescencia. Fue con una amiga, a la tradicional expo feria que se realizaba todos los años en Mariano Roque Alonso. En medio del calor y toda la multitud bulliciosa, típica de estos eventos, lo distinguió. Sobresalía de entre todos los presentes. Una sonrisa amplia y unos ojos brillantes bajo un ridículo antifaz. Él hacía piruetas y malabares para llamar la atención de la gente. Era el bufón de un stand de caramelos.
Pasaron los días y no podía quitarse aquel disfraz de la cabeza.
Un día al salir a uno de los recesos que tenía en el colegio lo volvió a ver. Estaba sentado en cuclillas leyendo unos papeles sobre el escenario que se encontraba a uno de los costados del patio.
¿Quién es? - pregunto.
Se llama Javier. Hace teatro y hace rato que termino el cole. Va a hacer algo con nosotros me dijo la profe.
Ese mismo día decidió renunciar cobardemente al grupo de teatro.
Pasaron varios años para que lo volviera a encontrar. Ella había ingresado a la facultad, tenía más experiencia y menos miedo a esos bichos raros llamados hombres. Él estudiaba otra carrera en la misma universidad. Con el tiempo se hicieron amigos, aunque amigos es sólo un decir. Ella creía que él la había reconocido y por algún motivo había decidido castigarla e ignorarla. Su indiferencia le producía una rabia atroz.
Con los años y volviendo a antiguos amores empezó a realizar pequeñas actuaciones con un grupo de teatro independiente. Él criticaba costantemente cada una de sus presentaciones. Cada palabra era un balde de agua fría o un asqueroso escupitajo. La llevaba de la fascinación a la rabia, y de ahí al llanto, en un abrir y cerrar de ojos. En varias ocasiones quiso huir pero siempre terminaba buscándolo. Se resigno a sólo estar cerca... Rondándolo.
Un día el se le acerco. Siempre era ella la que lo hacía y por algún motivo inexplicable decidieron ceder, y abrirse el uno con el otro. Hoy no recuerda como ni donde pero terminaron haciendo el amor desenfrenadamente, como dos adolescentes. Intentó escapar al día siguiente pero ese deseo impetuoso y descontrolado no se iba, hiciera lo que hiciera no se iba…
Nunca se habían entendido hablando, tenían visiones diferentes en cuanto a todo, él era un ser extremadamente racional y ella primero tenía que palparlo. Sus cuerpos en cambio parecían hechos a medida.
En un principio lo hacían en sitios improvisados (en oficinas desocupadas, terrazas, baños, habitaciones prestadas, etc.) hasta que finalmente ella se separo. Llevaba varios años de convivencia a cuestas y una apresurada e improvisada mudanza dio sitio al lugar elegido para esos encuentros. Ella lo esperaba ansiosa todas las noches. Vestía sus mejores prendas íntimas o alguna comprada especialmente para la ocasión. Hoy llevaba un camisón de satén blanco transparente, y bastante corto.
En un arrebato le había ofrecido sus llaves. Nunca podía estar del todo segura de que vendría, ni la hora en que lo haría. El rehuía de lo convencional según sus propias palabras. A ella la ansiedad la carcomía por dentro mientras se sorprendía espiando por las ventanas y despierta hasta altas horas de la noche.
Todas las noches le eran exactamente iguales. Él entraba sigilosamente, encontrándola por lo general dormida, entonces la despertaba y hacían desesperadamente el amor. Como si no se volvieran a ver nunca más. Terminaba extenuada y somnolienta en las mañanas y aún así debía levantarse para ir a trabajar.
Hoy, al igual que todas las noches, no sabía si vendría pero lo esperaba. Le faltaba el aire en esa habitación y se sentía como una muñeca de trapo, sin calor. Días antes él le había dado a entender que esto le gustaba, pero que pronto iba a acabar. Había planes para su vida, que ella, con su presencia entorpecía.
Iba contando las horas mientras la noche perdía sus últimas plumas negras cuando lo vio entrar. Traía puesta su amplia y hermosa sonrisa, y una camisa que ella le había regalado en algún cumpleaños.
Esa noche como tantas otras, sus cuerpos se amaron. Nunca necesitó que le diera o dijera nada. Era sábado. Ella no trabajaba al día siguiente y en esos casos solían comer en la cama y pasar todo el día desnudos.
Tengo cosas que hacer - le dijo - hoy no me voy a poder quedar. Lo vio recoger sus cosas y alejarse, haciendo malabares. Vio como volaba por lo aires todo lo que sentía, junto con sus llaves.
Una vez que él salió, se acerco a la ventana. Quería guardar en su memoria esa imagen. Vió su rostro particularmente brillante. ¿Serían lágrimas?. Vió como dejaba caer las llaves y desaparecía tras la esquina.
Nunca más, se dijo. Este es el último desaire.
Y mientras calculaba la forma de sorprenderlo la próxima vez con una bombachita sexy que había visto, cuando decidiera volver como tantas otras veces a golpear su puerta pidiendo un poco más de amor y otro juego de llaves.