El arte es esto para mí, para esta niña vieja que hoy soy. Es esta realidad imaginada que inevitablemente existe en un mundo creado por uno para sobrevivir explicándose inexplicables, es la emoción misma dibujada, declamada, escrita, meciéndose bajo nuestra piel y en última instancia, exhibida y compartida, en este espacio, hoy ante ustedes.
Bienvenido/a a este tambaleante vaivén de mi oscilografía.


jueves, 24 de febrero de 2011



uNA TAL EVA

Para Ña Eve, mi abuela.

Mi abuela en su inmensa sabiduría podía convencerte de la importancia del ser humano y de la familia por más disfuncional que esta sea, de que la vanidad era una virtud, de que la fidelidad en los hombres era utopía y de que ser una mujer sufrida era una especie de bendición que te hacia cada vez más fuerte, y mejor persona.
Contaba historias fantásticas sobre sus padres, hijos y hermanos. Parientes que no existían o habían muerto mucho antes de tu nacimiento y otros que se habían perdido o alejado y continuaban escondidos, en algún vericueto de su extensa novela.
Sin parirte ella supo ser madre engullendo manzanas, criando generaciones enteras, tal vez las mismas de la tal Eva y enfrentando todo tipo de adanes y serpientes. Yo, mientras tanto pienso continuar la tradición, aceptar mi pecado (no tan original en estos tiempos) y contarte un cuento como este, intentado a lo mejor ser un poquito como ella.
Como esa señora que tanto amó y finalmente murió, de cáncer, diciendo: "No quiero".


jueves, 3 de febrero de 2011


mALTRAGO


En la barra oscura de un bar se encuentra sentada una mujer. Esta erguida con un vaso vacío en la mano.

- ¿Hola? ¿Hay alguien que atienda aqui?

Aparece detrás de la barra un hombre con una botella de Whisky y le sirve una raya.

- ¿Recordas quien era? ¿O cómo fui?

El hombre no responde y desaparece mientras la mujer bebe. Corre un sitio en la barra y un nuevo hombre aparece con una botella de vodka esta vez.

- ¿Lo de siempre? - le pregunta burlón

- ¿Me conoces? -pregunta ella.

Mientras bebe, el segundo hombre trata de estrangularla y desaparece al igual que el primero. Ella pasa desesperada al siguiente sitio de la barra (como si se tratase de otro nivel, mayor o menor queda a criterio del público). Apenas se repone del susto y se reincorpora en el siguiente taburete. Aparece en escena otro hombre de cabellera larga con una botella de cerveza en la mano dispuesto a servirle.

- Esta fría - le dice

- ¿Quieres lastimarme? - pregunta ella con miedo.

- No podría - dice acariciandole el rostro.

- Entonces no me dejes - replica luego de beber.

La mujer estira su cuerpo sobre la barra para después llorar aferrándose al cuerpo del hombre desconocido y extraño. Luego de unos instantes lo suelta y lentamente llega al último lugar, al final de la barra. Totalmente desarmada la primera postura y apoyando todo el peso de su cuerpo sobre los derrrotados brazos.
Aparece otro hombre con una pastilla en la mano y un vaso de agua. Con gestos y gran sonrisa le da a entender que quiere dinero a cambio. Ella paga.

-¿Recordas quien era? ¿O cómo fui?

- No necesito saberlo.

- ¿Me quieres?

- Tanto como te necesito.

-¿Hay más?

-De tu lado ya no.

Entonces toma la pastillita y bebe mientras enciende un cigarrillo. Se retoca el maquillaje y sale. Probablemente en busca de otro bar y malos tragos y hombres de conversaciones absurdas e irrelevantes.



cOLECCIONES


En una de las muchas mudanzas que pueden darse a lo largo y ancho de unos treinta años de vida, encontré una antigua colección. Era un recuerdo importante de mi infancia. Numerosos papeles de colores cuidadosamente ubicados por tamaños, motivos y olores (los había hasta perfumados ¿se acuerdan?). Creo que esta debió de ser mi primera colección. A los papeles de carta, un clásico en mi época, siguieron los lapices de papel. A estos los bolígrafos y todo lo que sirva para escribir en general. Tengo hasta hoy lapices especiales para escribir sobre madera y vidrio. Bolígrafos que los use hasta terminar, otros que fueron guardados nuevitos.
Luego vinieron los boletos de colectivos, las entradas a teatros y conciertos, los pasajes de mis numerosos viajes (en un tiempo) y después esto de coleccionar se volvió como una especie de obsesión, una ridícula forma de vida. Esta manía de coleccionar finalmente me empezó a marcar y logró de cierta forma degenerar mi realidad. Una colección de amantes, de recuerdos escabrosos, de salidas improvisadas y lluviosas, se mezclan con agendas de diferentes tamaños, todas a medio llenar y de años anteriores.
Mi antigua colección de juguetes y peluches verdes encontro un lugar útil y fue heredada por mi pequeña hija.
Las numerosas casas en las que me ha tocado vivir fueron habitadas por mis muchos duendes de cerámica y mis otros muchos amigos, hermanos e hijos adoptivos. Un sinfín de recortes de revistas y flores secas, pensadas para otros tantos collages imaginarios aparecen y desaparecen de entre mis agendas y libros.
La colección de cortazar y discos ha ido menguando, parando creo en buenas manos, en las de los que conforman mi colección de abrazos agradecidos, y a tiempo. Sobre la mesita de luz hoy junto novelas a medio leer, en mi bolso solidarizan el maquillaje, que compro y nunca uso, con variedad de papelitos con poemas muy cursis, que siempre empiezo y casi nunca los termino. También estan la caja de puchos, algun encendedor robado, al que también por si acaso lo guardo, aunque este ya no funcione.
Cabe resaltar que como toda mujer, tengo inmensidad de carteras y zapatos innecesarios, ropa interior que casi nunca uso y vestidos, para festejar esta vida. A la que estoy pensando seriamente en volverla una pieza invalorable, y por supesto, también coleccionable, no sea cosa que sea vista como un simple cachivache. Porque asi como atesoro mi historia (acosada siempre por la mala memoria) a través de tontos objetos inanimados, prefiero seguir palpando recuerdos, esos que aun transmiten calor a través del contacto contacto con mi cuerpo.