El arte es esto para mí, para esta niña vieja que hoy soy. Es esta realidad imaginada que inevitablemente existe en un mundo creado por uno para sobrevivir explicándose inexplicables, es la emoción misma dibujada, declamada, escrita, meciéndose bajo nuestra piel y en última instancia, exhibida y compartida, en este espacio, hoy ante ustedes.
Bienvenido/a a este tambaleante vaivén de mi oscilografía.


viernes, 7 de mayo de 2010


eL HOMBRE VERDE (2DO PERSONAJE)

¿Sabían que me encanta la lluvia?, de pequeña me gustaba caminar bajo la lluvia con mis amiguitas y metiendo los pies en el raudal. Por suerte hoy está lloviendo y seguramente más tarde va a seguir y me voy a terminar mojando. ¿Vieron esa película argentina que se llama “El mismo amor, la misma lluvia”?. Si, llovía. La mina estaba en un taxi, baja el vidrio del coche y saca la cara por la ventanilla mientras él estaba a lado fumando y puteando por el tráfico y el clima y de repente la ve, re contenta y con la cara mojada y se queda ahí, mirándola, sin poder decir nada y ya sin ganas de putear, siquiera de seguir fumándose el pucho. Me encanta esa escena... es el tipo de cosas que se me vienen a la cabeza en un día de lluvia. Esa escena me bastó aunque igualmente me comí las dos horas de película. No sé... uno se pone cursi ¿verdad? O se acuerda de cosas que hizo o le pasaron en otros días de lluvia. Como que son más difíciles de olvidar que el resto de los días. Incluso me acuerdo de cuando tenía clases de relajación “gua’u” (aunque mi acelerín no se baja con nada) y nos pedían que imagináramos un lugar. Yo siempre que tengo oportunidad recurro a un bosque con árboles altos, tirada sobre alguna piedra, totalmente desnuda y a plena luz del día, con los ojos cerrados y sintiendo la lluvia fría por todos lados, a la vez que siento el calor que produce el contacto de mi cuerpo apoyado ahí en esa piedra. Aspirando el olor a tierra mojada, ese intenso olor a lluvia; sintiendo el ruidito y la fuerza que tiene cada gota. Quedándome ahí, quieta y en silencio esperando que llegue él... el hombre. Un hombre de color verde. (y no es un chiste ¿eh?) Un hombre con el que soñaba y al que temía siendo chiquita (niña, pequeña, criatura, etc). Me lo imaginaba de esos hombres que nunca hablan pero jamás dejan de mirarte. De esos a los que no puedo acceder pero saben lo que pienso... y todo eso... bosque, árbol, lluvia, piedra, frío, oscuridad, calor, quietud, silencio, miedo y yo. Soy yo porque no existe un hombre verde y ahí termina. Por eso cuando vuelvo a abrir los ojos y estoy lejos de mi bosque igual me pongo contenta porque hace tiempo y, gracias a él que no tenía días de lluvia en los que necesitaba contarme un cuento y convencerme de que yo (mujer multicolor) me soy absolutamente suficiente.

1 comentario:

  1. Lindo. Hay maneras que sólo las mujeres tienen al expresarse. Es urgente instaurar el imperio de la ternura.

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